Los implantes ABI para aquellos niños y adultos que padecen sordera profunda son una gran ventaja.
Las estadísticas arrojan resultados en donde se observa que aproximadamente una de cada diez mil personas alrededor del mundo nace con sordera.
Otros la pierden en la edad adulta, a raíz de diversas enfermedades o accidentes.
Lamentablemente muchos niños y adultos debían resignarse a vivir con esta limitación porque simplemente no existía otra opción.
Si bien los implantes cocleares que se ponían en el oído interno a nivel de la cóclea lograron solucionar parte de este problema, hoy en día los ABI o Implantes del tallo cerebral por sus siglas en inglés surgen como otra alternativa, dado que pueden instalarse en pacientes que no pueden acceder a los cocleares, porque no tienen nervio auditivo ni cóclea.
Los implantes ABI para personas que sufren sordera profunda, en lugar de colocarse en la cóclea (parte del oído interno que transforma los sonidos en mensajes nerviosos y los envía al cerebro), se instalan en el tallo cerebral, permiten que personas con sordera bilateral si bien no pueden llegar a estudiar o trabajar, sí puedan lograr un nivel de conexión muy alto con su entorno, reconociendo palabras y frases, asimilando órdenes y potenciando además la lectura de labios.
Todo esto gracias a que el equipo simula el proceso de audición normal que tiene el ser humano.
¿Cómo funciona el equipo de implantes ABI?
En su parte externa consta de una especie de audífono o transductor por fuera del oído, que recibe la señal sonora y la convierte en un impulso eléctrico, que pasa por dentro de la piel y de los músculos hasta el hueso temporal, donde está el decodificador.
Esta parte interna puede describirse como una especie de lámina dotada de ocho electrodos (según la marca de implantes pueden ser 18 ó 24) que hace llegar la señal hasta el tallo cerebral directamente.
¿Complicaciones y riesgos de los implantes ABI?
La complicación más grande es que durante la cirugía no se encuentre el núcleo del tallo cerebral, aunque también puede ocurrir que se pongan los electrodos en un sitio equivocado y queden estimulando otros núcleos, caso en el cual se debe repetir el procedimiento.
También es posible que durante el procedimiento se cause daño a otros núcleos, ocasionando pérdida de la movilidad de los músculos faciales o pérdida de sensibilidad.
Y por supuesto, están los riesgos inherentes a toda cirugía como son las infecciones, hemorragias y hematomas.
El procedimiento para colocar los implantes ABI para que queden bien instalados
La neurocirugía debe realizarse bajo anestesia general, ya que implica hacer una incisión por detrás de la oreja, retraer el músculo y abrir el cráneo formando una cavidad de 3X3 milímetros.
Entonces se buscan los núcleos de la audición ubicados en el octavo par craneal o cuarto ventrículo del cerebro, cerca al agujero de Luska. Allí se pone el dispositivo con los electrodos.
Para reducir el riesgo de complicaciones a nivel de los nervios se utiliza un monitor o equipo electrónico capaz de reconocer los nervios.
Después de la cirugía el paciente permanece hospitalizado durante ocho días, los cinco primeros en una unidad de cuidados intensivos.
El paciente debe guardar reposo durante tres semanas y abstenerse de realizar algún tipo de esfuerzo.
Solo entonces la persona se somete a una prueba conocida como telemetría, en la cual se envían mensajes desde un computador hacia el cerebro para verificar si los electrodos quedaron bien puestos y si su funcionamiento es correcto.
Al cabo de seis semanas, cuando ya se ha dado la cicatrización craneal, se adapta el dispositivo externo y se programa, al comienzo dándole más énfasis a los sonidos agudos y luego se va ajustando según el caso.
En cuestión de uno o dos meses el paciente queda con un programa auditivo aprobado.
Se inicia la terapia de lenguaje, puesto que la persona no queda oyendo los sonidos tal como los escucha alguien con audición normal, sino ciertos fonemas (de la onda eléctrica) que tiene que aprender a interpretar para poder escuchar.
La duración de esta terapia, que se realiza cada dos o tres meses, varía según el caso, pero se espera que en unos dos años la persona ya esté conectada con el medio ambiente.
La constancia y la disciplina del paciente es crucial en el éxito de la terapia. Al comienzo deben hacer controles mensuales, cuya frecuencia va disminuyendo caca vez más.
Causas de sordera
EN RECIÉN NACIDOS:
- Historia familiar de sordera.
- Enfermedades virales durante el embarazo, principalmente rubeola.
- Anoxia perinatal o falta de oxígeno al nacer.
- Hiperbilirrubinemia o aumento de la bilirrubina en sangre, que puede llegar a alterar zonas cerebrales y a afectar el nervio auditivo.
- Ingesta de algunos antibióticos (aminoglucósidos).
EN ADULTOS:
- Meningitis, que puede infectar la cóclea y con el tiempo se osifica y se tapa.
- Otoesclerosis coclear, en la que la cóclea se esclerosa, por lo que la persona va perdiendo la audición poco a poco. En un 60% es hereditaria.
- sordera súbita, enfermedad que se presenta sin una razón que la explique en uno o ambos oídos y evoluciona en cuestión de 72 horas.
Se trata con cortisona o con infiltraciones de esteroides a través del tímpano, pero solo el 40% de los pacientes recupera la audición.
- Neurofibromatosis tipo II, que se define por la presencia de tumores en los nervios auditivos de ambos oídos, los cuales nacen de los nervios vestibulares (del equilibrio) por lo que estos comprimen los auditivos hasta que les causan daño.
- Enfermedades autoinmunes como el lupus.
- Traumas craneoencefálicos.
Estructura del órgano del oído.
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